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Mejor hablar de ciertas cosas: feminismo y política electoral

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COLUMNA- Está claro que el feminismo es un hecho político, y esto es así porque ha mostrado la politicidad en lugares o en aspectos que antes no eran tenidos en cuenta por la política tradicional. Se ha generado así una ruptura entre la tradicional separación de lo público y lo privado; muchas de las cosas que antes quedaban encorsetadas entre las paredes del hogar, hoy se visibilizan, se cuestionan y se discuten en el escenario público. El dicho que algunxs decimos con frecuencia “la política está en todos lados”, si bien puede sonar a chicana, es muy acertado en este contexto, mostrando que la política es articulación, es organización, es disputar sentidos y significantes. Entonces, el feminismo se configura como un hecho político que interpela. ¿Pero qué pasa cuando la articulación que genera esa interpelación, quiere disputar la política tradicional y partidaria? ¿Qué pasa cuando el feminismo no se queda en un lugar cómodo y aislado, sino que irrumpe en el escenario político tradicional? ¿Qué pasa, cuando las consignas de las marchas feministas dejan un claro mensaje en contra del ajuste y precarización de este gobierno neoliberal?

Hoy en día, se puede decir que emerge una nueva generación respecto de la cual el feminismo es el eje articulador. Y frente a ello, uno de los desafíos más grandes es cómo articulamos al feminismo y a la política partidaria. Y esto adquiere suma importancia, porque el gobierno que tengamos, no puede ser ajeno al feminismo que deseamos construir. Porque no nos da lo mismo un gobierno de derecha que niegue nuestros derechos, a un gobierno que contenga un Estado articulador de las demandas que el movimiento de mujeres y disidencias hemos elaborado. La potencialidad que ha adquirido el feminismo en los últimos años es tal, que hemos corrido la línea, y salvo para el reducto conservador y religioso; hoy ya no puede ponerse en cuestión a la importancia del feminismo como bandera política reivindicativa de los derechos de sectores históricamente oprimidos como las mujeres y las disidencias. Y eso es una victoria.

De mínima, feminizar la política implica que los partidos políticos o frentes electorales que quieran disputar las elecciones deban incluir al feminismo en sus plataformas programáticas, en sus discursos y en sus candidaturas. Pero a la vez feminizar la política no se resuelve con poner mujeres en las listas o afilar el discurso de aliado. Y aquí, es claro que la política tiene modos de construcción machista, porque los modos de hacer política y el patriarcado están imbricados. Entonces, les feministas, desde cada lugar, tenemos que pensar nuevas formas de hacer política, nuevas formas de construir colectividad. Y eso es lo que asusta e incomoda, porque eso implica que los varones que se dedican a la política pierdan capacidad de decisión y pierdan sus privilegios.

El meollo de esta cuestión es qué feminismo estamos construyendo y qué lugar vamos a ocupar en la política partidaria. Por eso hay que celebrar las iniciativas de todes les compañeres que hoy están tejiendo alianzas y frentes y sobrellevando contradicciones y disputas. Y en realidad lo que importa, no es qué lugar nos van a dar en la política partidaria, sino que los estamos arrebatando y conquistando. Con cupos femeninos y secretarías de género el problema no se resuelve. Que son necesarios, sí; pero no son suficientes. Porque lo que queremos disputar son los lugares de poder, los lugares de conducción. Pero a la vez, pensar en la despatriarcalización de la política, implica generar nuevos modos de hacer política, y ahí está nuestro mayor desafío. Sobre la construcción de nuevos modos de hacer política, se aprenderá errando, porque así también es la política, pero con el horizonte claro de que feminismo que no se inmiscuya en la agenda política y dispute el poder real, es un feminismo funcional al neoliberalismo que hoy nos gobierna.

 

Por, Gabriela Oliva (conocé su perfil haciendo click acá)

Fotografía: Marianela Mattos

 

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