La edición 2020 del Festival Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud de Córdoba se realizó con nuevo formato, pero manteniendo la esencia.
El 10º Festival internacional de teatro para la infancia y la juventud de Córdoba no fue una edición más. La pandemia obligó a los organizadores a buscar un nuevo espacio de encuentro entre los artistas y el público. Por eso este año se realizó con formato digital, lo que permitió que obras y artistas «entren» a los hogares, a la par de las familias cordobesas.
El desafío consistió en congregar a artistas de tres continentes (Europa, Asia y América), 11 países y 5 provincias argentinas.
En el contexto signado por el coronavirus, los niños y jóvenes “han sido algunos de los (sectores) más afectados ante la falta de contacto debido al aislamiento. Por eso era importante estar presentes a través del festival”, dijo Raúl Sansica, director del Teatro Real y organizador del evento. “Agradezco la decisión política de la Agencia Córdoba Cultura de poder realizarlo de esta forma”, continuó.
Por su parte, Nora Bedano, presidenta de la Agencia Córdoba Cultura, señaló: “Debido a la pandemia, poder seguir sosteniendo la idea del arte teatral como eje del sustento de igualdad y libertad ha sido un verdadero desafío”.
De la organización también participaron los ministerios de Ciencia y Tecnología, Justicia y Derechos Humanos, y Educación, con la coordinación de Córdoba Cultura.
“Fueron 150 personas trabajando desde los diferentes espacios, tanto del Teatro del Libertador como Teatro Real, para darle la bienvenida a los niños y jóvenes del mundo. Todos trabajando juntos, aunados, con un objetivo en común: que la infancia sea protagonista”, dijo Sansica.
“Empezamos a contactarnos con compañías y embajadas de distintos países para acercarles esta propuesta. Sobre esta realidad nos lanzamos a golpear las puertas para encontrarnos con el otro, con la convicción de que, si la gente no puede ir al teatro, el teatro entra en su casa. Y estamos sorprendidos porque los resultados fueron más que favorables”, señaló el director del Teatro Real.
El festival representó, además, una enorme posibilidad para dar visibilidad a los elencos y compañías más pequeñas, conocer las nuevas propuestas que llegan desde el exterior y mostrar estas obras a los cientos de espectadores que llegan desde diferentes regiones y países.
Fronteras flexibles
Para los organizadores este año el desafío era grande, porque el streaming brinda la posibilidad de llegar a lugares impensados y el festival puso de manifiesto un nuevo mundo en el que las fronteras son permeables. “Lo que nos divide, ya sea territorial, cultural o semiótico, no es una línea recta, con un trazo grueso, sino más bien, una línea de puntos, uno al lado del otro, con espacios vacíos entre ellos, por entre los cuales lo interno y lo externo fluye de un lado al otro con total naturaleza”, dijo al respecto Sansica.
Por su parte, Bedano agregó: “Estamos convencidos de que a las formas tradicionales de práctica y consumo de arte se agregará esta nueva posibilidad de encuentro por medios digitales que, no suplantará al modo tradicional, pero que seguramente ha llegado para quedarse”.
Para finalizar, el director del Real dijo estar sorprendido por la repercusión del evento: “Fue inédito poder interactuar en forma simultánea con elencos y compañías de otras partes del mundo. Nosotros nos lanzamos al mar y sabíamos que con alguien nos íbamos a encontrar, pero no sabíamos cuál iba a ser la respuesta. Hoy podemos decir que los resultados fueron sorprendentes”.
Y en medio de este mar, el festival se convirtió en ese gran faro capaz de iluminar a la infancia y a la juventud. Reunió a las familias a su alrededor, logrando que las artes brillen en el interior de los hogares y el resplandor se proyecte a lugares impensados.