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Dale, sigamos hablando de libertad de expresión

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Como un lector comprometido siempre con la libertad de expresión que no ha dudado jamás en defenderla, te insto a que sigamos hablando de la misma. Y te digo que sigamos porque recuerdo la forma efervescente en que saliste a vociferar que las voces se callaban cuando la Ley de Medios avanzaba justamente en la vía contraria: la descentralización de la hegemonía mediática.

Pero está bueno que demos este debate porque vos que tan ávido consumidor de medios sos, deberías saber en principio que no son independientes. Y partamos de la base de que la independencia no existe en esta profesión ya que la prensa vive de la pauta publicitaria, y por ende depende del dinero que privados o públicos colocan en el medio para seguir in-formando. He aquí varias cuestiones. La primera es que la independencia no necesariamente va de la mano de la libertad de expresión. La libertad de expresión implica decir e in-formar desde el punto de vista profesional/o personal y eso no quiere decir que haya una independencia. Aunque sí hay falta de libertad de expresión si no podemos decir e in-formar desde nuestro punto de vista personal y/profesional si esa dependencia económica o de intereses nos imposibilita en tal tarea.

Es decir, como primer punto, empecemos a hablar con propiedad y dejemos de sostener un discurso mentiroso de independencia ficticia en el que siempre se han basado los medios hegemónicos o que no dependen del Estado (que por cierto, representa a las mayorías) para colocarse en un pedestal comunicacional por el cual no pueden ser cuestionados. Es una mentira. La in-formación se cuestiona porque es justamente eso, una formación encubierta que nos están dando y nosotros debemos interpelarla para llegar a lo que consideremos más cercano a la “verdad”. Y esto también es importante porque un ejercicio simple puede hacernos comprender de lo ciegos que somos cuando colocamos, por ejemplo, un espejo en el medio de una sala y 4 personas nos ponemos alrededor en forma de círculo. Uno verá su reflejo. Dos observarán los bordes, uno el izquierdo y otro el derecho respectivamente. Y el cuarto mirará la parte trasera de ese espejo, sin reflejo alguno. ¿Qué quiero decir? Que todos miramos el espejo, pero desde ángulos distintos. Así sucede con la información. Y ni siquiera estamos planteando en este escrito la manipulación que tantas veces está a la orden del día, como cuando titulan de una manera y dentro de la nota dice hasta lo opuesto, por la simple concepción de que la mayoría sólo lee el título. Estoy planteando otra cosa. Estoy diciendo que nuestra historia personal y valoraciones totalmente subjetivas, e incluso nuestros intereses o los de la empresa para la cual trabajamos, van a ser parte de la manera de in-formar.

Y ahí entra la segunda cuestión que se sigue utilizando como el mito que sostiene el otro pilar de esta mentira llamada periodismo independiente: el periodismo objetivo. La objetividad tampoco existe. Uno puede apuntar lo más cercano posible a este concepto, eliminando adjetivaciones u opiniones. Pero desde la base de que somos seres humanos, el periodismo no puede ser objetivo porque de una realidad infinita elige qué relatar y cómo hacerlo.

A más allá de eso, y como lo planteaba la Ley de Medios, lo que debe hacerse es garantizar la pluralidad de voces para que todos tengamos la posibilidad de elegir a quién escuchar y en quién confiar, suponiendo que todos tenemos la capacidad de reconocernos en la realidad que nos están contando. Y esto también lo digo porque la conciencia de clases está algo tergiversada y así lo ha estado siempre en realidad. En otras palabras, es extraño que en un país donde aumenta la pobreza a diario y las tarifas hacen cada vez más difícil no vivir, sino sobrevivir, las voces que sostienen que eso es necesario son las más escuchadas, mientras que las denunciantes de esa realidad que nos perjudica, no miden como exitosas en el aire. Por supuesto que hay excepciones. Pero pasa y es frecuente. Extraño es entonces que quien me dice que hay que ponerle un alto a lo que me resta calidad de vida, tenga menos empatía con las mayorías que los que me dicen que no hay problema con que el Gobierno tenga paraísos fiscales fuera del país, lo que implica una fuga de capitales que ayudarían a generar, por ejemplo, trabajo y movilidad en la economía. Pero no vamos a hablar de política partidaria aquí, sino, como dijimos al principio, de libertad de expresión.

Y me gustaría que juntos recordemos nuevamente los momentos donde tantos dijeron que se avanzaba contra el Grupo Clarín (que por cierto, es tan grande por acuerdos fraudulentos en la época de la dictadura con la Junta Militar, entre otras cosas) y que voces opositoras iban a ser calladas. Eso, claramente no era el espíritu de la ley más debatida en todos los niveles sociales de la historia del país. Si no, todo lo opuesto, que hubiese cada vez más voces, como lo hemos dicho. Contrariamente a lo que se vaticinó, Lanata, como un referente del periodismo opositor, tuvo un éxito rotundo que fue Periodismo Para Todos. Y tan bien le fue que sus negocios que anteriormente habían fracasado parecen haber quedado en el olvido porque hasta le alcanzó para comprarse un departamento de millones de dólares en Miami. Ojo, no estamos criticando eso aquí. Bien por él que encontró el negocio y la oportunidad de su vida, aunque eso haya significado dejar sus ideales en la puerta de la casa de Canal 13. A lo que vamos es que tan poderosos se hicieron Lanata, los Leuco, Majul, Fantino y hasta Del Moro, que pasó de conducir un programa musical en MuchMusic, escaló a actor en 2005 en Una Familia Especial, siguió con el éxito del programa de chimentos Infama, condujo Soñando por Bailar 2 en 2012 y repentinamente se convirtió en una de las voces más autorizadas para hablar y debatir de política en su programa Intratables, que nos sorprende. Más que extraño, qué suerte se ve tuvieron algunos y qué generoso este país que del chimento a la política pareciera que hay un solo paso. Así lo demuestra también Miguel Del Sel, referente del PRO, más conocido como “La Tota”. El tema es que después nos quejamos, pero los que ponemos el voto somos nosotros. Para reflexionar. Pero seguro será parte de otra nota.

Volvemos entonces. Decíamos que los periodistas que al parecer se iban a acallar son, de pronto, los más influyentes y famosos del momento. Podríamos decir que esos pedidos de libertad de expresión eran falsos. Y eso si tenemos en cuenta que jamás fueron despedidos y muchísimo menos, sacados del aire. Pero hoy, ¿qué pasa? Hoy la realidad está marcando que las voces opositoras, lejos de tener éxito como en la era anterior, son verdaderamente expulsadas a la calle de los medios en los que están y se profundiza a diario un verdadero apagón informativo. La salida de Roberto Navarro y Víctor Hugo de grandes medios de comunicación son sólo la punta del iceberg. Es que si nos remitimos a números oficiales de los sindicatos de la prensa, en nuestro país se han perdido entre 2 mil y 3 mil puestos de trabajo sólo en el área de comunicación. Si antes se abrían radios comunitarias y la pluralidad de voces estaba garantizada, en la actualidad los medios cierran y despiden. Una casualidad que siempre son los opositores al actual gobierno los que se quedan sin su fuente laboral.

No hace falta tanto bagaje cultural y entendimiento supremo para saber que se está atacando fuertemente a la libertad de expresión. Menos voces es menos democracia. Y menos democracia es más concentración de una mirada y una voz única: la del gobierno de turno.

Por eso es que te pedimos a vos, que siempre estuviste tan comprometido con la libertad de expresión, levantes nuevamente tu voz y le pongas un freno a esta situación. Acá no se trata de ser azules, amarillos o rojos. Se trata de ser democráticos y defender que cada cual se informe con quien se sienta a gusto. Pero que tengan esa posibilidad. Te lo debes si es que de verdad te importa el otro. Sino sos uno más que defiende causas momentáneamente y por tanto un hipócrita con tus propias ideas.

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