POR NAZARENO RESCHINI– La edición 2025 volvió a confirmar por qué la Fiesta Nacional de la Cerveza es uno de los eventos culturales más relevantes del país.
la edición 2025 del Oktoberfest volvió a confirmar por qué la Fiesta Nacional de la Cerveza es uno de los eventos culturales más relevantes del país. Con una grilla sólida, una producción que apostó a la diversidad artística y un público que colmó el Bosque de los Pioneros desde el primer día, el festival ofreció noches memorables y otras que invitan a cierta reflexión. Entre luces y sombras, el balance final dejó una sensación general de satisfacción y expectativas todavía mayores para lo que viene.
El show más destacado de toda la edición fue, sin dudas, el de Babasónicos. La banda comandada por Adrián Dárgelos volvió a demostrar por qué sigue siendo uno de los proyectos más influyentes del rock y pop argentino. Con un sonido impecable, una puesta en escena elegante y una lista de temas que recorrió distintas etapas de su carrera, el grupo logró un clima único: introspectivo, envolvente y a la vez profundamente festivo. Fue el recital mejor logrado de la fiesta, tanto por calidad artística como por impacto emocional.
En términos de convocatoria, el número uno indiscutido fue el de La K’onga, que por primera vez se presentó en el Oktoberfest y transformó el predio en una marea de baile y euforia. El trío de cuarteto desplegó un repertorio repleto de éxitos y conectó de inmediato con un público que no dejó de cantar ni un minuto. Su presentación fue un verdadero fenómeno popular, el show masivo que marcó el pulso del fin de semana largo.
También hubo lugar para propuestas que, cada una en su estilo, aportaron belleza y sensibilidad. Los Pericos ofrecieron un recital cálido, prolijo y cargado de nostalgia, ideal para quienes buscaban una noche relajada y llena de clásicos. La Vela Puerca, por su parte, fue puro oficio, energía y conexión emocional, destacando nuevamente el profesionalismo de una banda que conoce al detalle el vínculo con su gente. Ambos conciertos quedaron entre los momentos más agradables del festival.
A estos shows se sumaron dos espectáculos que sorprendieron por su calidad musical y su puesta escénica: The Beatles Symphonic Fantasy, con un tributo orquestal que llenó de elegancia el Bosque de los Pioneros, y Experiencia Queen, que logró encender al público con una recreación vibrante del legado de Freddie Mercury y compañía. Ambos aportaron diversidad y demostraron que la fiesta también sabe lucirse con propuestas conceptuales y de altísimo nivel.
Muy distinto fue el caso del show de Abel Pintos, marcado por un clima adverso que condicionó no solo la experiencia del público sino también el desempeño del artista. Más allá de su nombre propio, uno de los más taquilleros de la escena nacional, el recital dejó una sensación tibia y es probable que, con el paso del tiempo, sea recordado más por la figura que por la performance en sí.
El Escenario 2 también tuvo un rol fundamental durante esta edición. Lejos de ser un espacio secundario, volvió a reunir propuestas de gran calidad que enriquecieron la oferta cultural. Entre ellas se destacaron la frescura de Simón Ferracuti, con un show íntimo y muy celebrado, y la potencia de Perro Suizo, que aportó rock y contundencia en una noche encendida. La variedad y el nivel de este escenario consolidan su importancia dentro del Oktoberfest.
No todo fue perfecto. El único punto gris estuvo en el accionar de ciertos sectores de las fuerzas de seguridad, cuya actitud resultó por momentos más cercana a la prepotencia que a la prevención real. Esto se combinó con la tensión habitual entre quienes están sentados y quienes llegan a los pasillos buscándose un lugar, una disputa creciente a medida que la fiesta convoca a más y más público. Una posible solución sería revisar el esquema del sector VIP —comprendiendo los motivos económicos de su existencia—, ya que no es viable quitar las hileras de sillas pero sí pensar alternativas que alivien la circulación y eviten fricciones.
A pesar de esos detalles, el trabajo de las y los trabajadores de la fiesta volvió a ser fundamental. Con jornadas extensas, alta demanda y una logística compleja, el personal del Oktoberfest logró sostener un evento de gran escala con profesionalismo, calidez y dedicación, siendo un engranaje clave para que la experiencia del público sea positiva.
En conclusión, la edición 2025 del Oktoberfest fue una muy buena edición, sólida desde lo artístico y eficiente desde lo organizacional. Una fiesta que sigue creciendo, renovándose y ratificando su identidad. Y, sobre todo, un recordatorio de por qué el Oktober es, hoy por hoy, una de las celebraciones nacionales más importantes de la Argentina.
Imagen: Municipalidad Villa General Belgrano



