Sin duda alguna, la época desde mediados de los 50′ hasta el retorno a la democracia de la mano de Alfonsín, ha dejado marcado a fuego en los argentinos la lucha por los derechos otorgados en parte por el Irigoyenismo y en mayor escala por el Peronismo. La figura de los trabajadores había cambiado desde comienzos del siglo y con la llegada al poder de los gobiernos populares de la UCR y el PJ, había cobrado relevancia la dignidad laboral.
Fue entonces, y desde el Golpe de Estado del 30′ que la derecha argentina encarnada por los sectores más adinerados del país, beneficiados anteriormente por el modelo agroexportador pero sin el apoyo de las masas, inventaron una nueva metodología para instaurar sus regímenes: al fraude de décadas pasadas lo suplantaron por los golpes militares. En este contexto social que se venía desarrollando y con una seguidilla de traspasos de mando entre gobiernos democráticos y de facto, estalló en 1969 un movimiento que terminaría derrocando tiempo después al dictador Onganía, además de generar la renuncia del Gobernador de Córdoba, Carlos Caballero.
Liderada por tres figuras provenientes de los sindicatos de SMATA (Elpidio Torres), la Unión de Tranviarios del Automotor (Atilio López) y Luz y Fuerza (Agustín Tosco), fue «una expresión popular que se venía tejiendo hace tiempo», como dijo el histórico periodista, Juan Carlos «Cabrito» Toledo, quien siguió de cerca la cobertura de lo acontecido por esos momentos.
Córdoba, una de las provincias más controvertidas de la historia de Argentina, fue cuna entonces de una gesta que quedó en el espíritu de los sectores estudiantiles, obreros y militantes, como la lucha que en algún momento supo haber contra quienes llegaban a oprimir al pueblo argentino.