Hoy los medios de comunicación hegemónicos no hablan de otra cosa que no sea el debate que se lleva adelante por estos momentos en el Congreso de la Nación. Es que en el recinto, las diversas posturas a favor y en contra de la destitución de Julio De Vido, ex Ministro de Planificación del gobierno nacional anterior y actual Diputado Nacional, no dejan de encender la llama que muy apasionadamente transmiten desde los grupos comunicacionales que maneja el empresariado periodístico argentino. Eso, para quienes sólo repiten la información que obtienen pero no se detienen a analizar el contexto.
En plena campaña electoral, a Cambiemos lo que menos le conviene es que el electorado (así se analiza al pueblo, ni siquiera como personas) hable de economía y de lo que le cuesta llegar a fin de mes. Siguiendo a rajatabla el consejo del asesor de Macri, Durán Barba, que días atrás les pidió que no hicieran mención a los temas económicos, una discusión sobre la «indignidad moral» de un ex ministro K viene como un anillo al dedo para mantener a todos distraídos con esto y no con la preocupación de cómo hacer para llenar la heladera o poner todos los días una porción de comida en el plato de nuestros hijos.
Si bien no se pretende hacer caso omiso al centenar de causas penales que pesan sobre el diputado, basta con atar cabos para entender que esto intenta tapar los verdaderos temas de fondo que deberían preocuparnos y ocuparnos. Y sino, ¿por qué justo ahora, a días de los comicios, y no durante este año y 7 meses que lleva el gobierno macrista en el poder?
Aclarando el panorama, además, el artículo 66 de la Constitución Nacional no plantea lo que se gestó desde el oficialismo. Nada tienen que ver los dos supuestos que allí se exponen con la fábula que se armó en torno a esto. «Cada Cámara hará su reglamento y podrá con dos tercios de votos, corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilidad física o moral sobreviniente a su incorporación, y hasta excluirle de su seno; pero bastará la mayoría de uno sobre la mitad de los presentes para decidir en las renuncias que voluntariamente hicieren de sus cargos», expresa el mismo. Y acá no hay desorden de conducta ni inhabilidad física o moral.
Por esto, como siempre expresamos, basta formarse aunque sea mínimamente para tener argumentos a la hora de exponer, que repetir cual loro parlanchín lo que pretenden que expreses.