Los acontecimientos de las últimas semanas en Latinoamérica son un claro ejemplo del cansancio de la gente, un agotamiento físico y económico que llevó a la unión de los pueblos oprimidos.
Las políticas neoliberales que ejercen su poder en los países latinos provocaron una oleada de violencia por parte del pueblo y respondida con aún más fuerza por parte de la policía y los militares.
En Ecuador, luego de un acuerdo entre el presidente Lenín Moreno y el Fondo Monetario Internacional para obtener un préstamo de US$4.200 millones se aplicó un «plan de austeridad» que, evidentemente tuvo que pagar el pueblo. Este plan incluyó la quita de los subsidios a los combustibles.
En Chile fue muy similar, su presidente, Sebastián Piñera, decidió subir el precio del metro en un 30%, medida neoliberal que acompaña a otras similares y que vienen sumiendo al pueblo chileno en la miseria.
El estallido social no se hizo esperar. Movilizaciones, violencia, heridos, muertos. El pueblo dijo “basta” y salió a reclamar por justicia social. Hoy Chile se rige por el toque de queda, como en el gobierno de facto de Pinochet y el presidente dijo que es una guerra.
Por otro lado, ayer Uruguay se unió a las protestas, en este caso no por medidas económicas, sino por medidas de seguridad. Un senador opositor, Jorge Larrañaga, impulsó una reforma constitucional repudiada por todos.
Este proyecto se llama “Vivir sin Miedo” e indica que los militares pueden actuar en la seguridad pública. Además, permitiría allanamientos nocturnos en los domicilios con autorización del juez y el cumplimiento efectivo de las penas en el caso de los delitos más graves. También la posibilidad de aplicar la prisión permanente revisable para ciertos delitos.
Los ciudadanos salieron a las calles y se manifestaron contra este proyecto y dicen “no” a la reforma constitucional que tendrá lugar en las elecciones presidenciales del domingo.
Latinoamérica está en llamas y no es posible mirar para otro lado. Es evidente el descontento social por la opresión de gobiernos que rinden cuentas al Tío Sam.
No nos dejemos engañar, no son un grupo de incivilizados, es un pueblo oprimido que hoy, rompe sus cadenas.