El Fondo Monetario Internacional es el ente financiero más grande del mundo. Siempre preocupado por sostener a las economías de las potencias en la cúspide de la ola, se ha encargado a su vez de brindar recetas que han sentenciado el futuro de las economías emergentes a crisis que no sólo destruyen la capacidad económica de un país, sino que generan hambre, desempleo y caos social. Las crisis latinoamericanas de los 90, que en nuestro país llegó en el 2001, son la muestra más clara de que seguir los pasos que nos propone el FMI nunca fue beneficioso para quienes desean crecer y salir de los pozos, sino todo lo contrario.
En la década pasada, y luego de la decisión del presidente Néstor Kirchner, Argentina tomó un rumbo que hacía décadas no realizaba: romper vínculos con el ente financiero y potenciar las economías regionales, en conjunto con países como Brasil, Uruguay y Bolivia, entre otros. De esta manera, la cooperación y el fortalecimiento del Mercosur vivió una época de esplendor que costó 200 años de historia.
Hoy, y con la misma actitud de las épocas más nefastas de nuestra historia, el presidente Mauricio Macri decidió volver a solicitar ayuda al Fondo Monetario Internacional para afrontar una crisis que no da tregua, y que tiene como protagonistas a un dólar imparable y una inflación galopante, que se le escapa de las manos al gobierno nacional. Lejos de generar esperanzas en la población, lo que suceda muy probablemente sea que venga ahora una seguidilla de préstamos, a intereses por demás elevados que dejen atados de pies y manos a cualquier gestión nacional venidera.
La historia parece repetirse cíclicamente, y aunque se avance en muchas cuestiones sociales, la aplicación política de algunos vuelve a dar muestras de retroceso.
El interes que cobra el FMI es 5 veces inferior al que pago Cristina a Chavez,