¿Cuánto me cuesta comprarte todos tus sueños? Es decir, cuánto dinero estarías dispuesto a ganar, a cambio de perder para siempre, los sueños que desees realizar en la vida.
¿Qué valor debo pagar que me vendas tus ideas? Es decir, cuánto dinero me alcanza para decirte qué y cuándo debes pensar.
¿Qué precio le pones a tus sentimientos? Es decir, cuánto dinero sería el suficiente para que yo te diga qué y cuándo debes sentir.
Llevo apenas casi una década siendo docente de primaria o de secundaria. Pero algo aprendí, desde el primer día cada momento pedagógico está atravesado fundamentalmente por tres binomios: ideas/pensamientos, sentimientos/emociones y sueños/reflexiones. El proceso social y vincular que le da sentido a todo el sistema educativo se basa en esos pilares. Pilares que se construyen y deconstruyen cotidianamente, para impregnar de algún humano sentido, al sistema formal e institucional al que somos expuestos/as desde muy chicos/as.
Sin ir más lejos la última clase que tuve dentro de la materia Filosofía en sexto año, comenzó con la enorme innovación tecnológica y el gran recurso didáctico de una tiza y un pizarrón, al cual borré y solo dejé una pregunta escrita “¿Qué es el amor?”. A partir de allí se construyó un momento de incomodidad, reflexión y trabajo escrito de enorme valor pedagógico. Luego hubo una puesta en común y debate que permitió un intercambio vincular y social de gran contenido humanístico. Recién allí pasamos a un análisis más teórico y con diversos recursos, sobre las posturas filosóficas en relación al amor.
Si alguno de mis alumnos/as luego de esa clase, se hubiese sentado a resolver un examen del Operativo Aprender, hubiese desaprobado ampliamente. Estas pruebas estandarizadas, que su gran virtud consiste en ser muy mediocres en una gran variedad de aristas pedagógicas, no se preocupan en preguntas fundamentales como ¿Qué es el amor? Son elaboradas con otros fines. Los fines del mercado.
Asistimos a una etapa de avanzada en un proyecto de reforma educativa que lleva, por lo menos, 27 años. Le toca a Cambiemos encarar esta etapa decisiva, donde los intereses económicos, intentaran avanzar sobre dos grandes campos que han intentado resistir a la lógica del mercado, es decir a la oferta y la demanda, por lo tanto a la productividad y la variable costo/beneficio. Esos campos son la salud y la educación. Este gobierno no viene a llevarse puesta la educación pública, viene a instalar en toda la educación, tanto pública como privada, la excluyente lógica del mercado, viene a mercantilizar ideológicamente el sistema educativo.
Un compañero docente y de amplio recorrido militante, soltó una idea en un debate político/pedagógico que se dio hace unos meses en Buenos Aires: “si bien hablamos de la precarización laboral que quieren continuar en la docencia, debemos hablar urgente de la precarización del conocimiento que desean profundizar”. El gran objetivo pedagógico de este modelo de educación que fogonea el Banco Mundial y que se aplica en la Argentina, ininterrumpidamente, desde principios de los 90’, se base en precarizar el conocimiento y los saberes que circulan y se re construyen en las escuelas públicas, que han pasado a ser cada vez más, las escuelas de los/as pobres.
Con lindas declaraciones y supuestos objetivos nobles y modernizadores, se está vaciando de contenidos científicos a las escuelas públicas. Se está buscando eliminar de los espacios educativos de las clases bajas la lógica (sumaría yo, irremplazable) emancipación social que supone acceder a los saberes académicos y científicos, además de los saberes técnicos, instrumentales y tradicionales/populares. Se está buscando profundizar esta idea de estudiantes de primera y estudiantes de segunda. Jóvenes egresados/as que adquirieron saberes científicos, abstractos y complejos y por ende conseguirán empleos y desarrollos laborales de alta calificación, y jóvenes egresados/as que los limitaron a saberes instrumentales/operativos, por lo cual conseguirán empleos y desarrollos laborales de menor calificación y en peores condiciones.
El círculo de este objetivo se visualiza en el contexto educativo actual y en el Plan Maestr@ que desean aplicar. Su recorrido sería más o menos así: aprovechan el marco legal que les dan las leyes educativas de los 90’ y la Ley Nacional de Educación del 2006, se suben al desprestigio social y la desvalorización económica ya existente sobre los docentes y las escuelas. Le suman los malos resultados de unas pruebas estandarizadas y elaboradas por capitales privados, como las del Operativo Aprender, para reforzar la culpabilidad del fracaso en los docentes y los planes de estudio. Luego aplican fuertes reformas y cambios que vienen a “terminar con el mal desempeño docente” y con “los malos contenidos” (el ataque al Conicet y los científicos de Ciencias Sociales va de la mano a preguntarse “de qué sirve que les den filosofía y un profesor pregunte qué es el amor”). Así se elaboran más pruebas estandarizadas, las cuales jamás les preguntaran por el amor o las causas de la Revolución Cubana, pero sí les preguntarán sobre el uso de las Tics. De nuevos resultados adversos, comprenderán que se deberán achicar horas y contenidos “pocos útiles y productivos” para la inserción laboral, y sumarán horas de contenidos procedimentales/instrumentales que preparen a los/as futuros/as terciarizados/as de los calls center o las casas de comidas rápidas. Mientras que será menester de las “mejores escuelas” y por ende “los mejores alumnos” tener una base sólida que permita acceder a estudios de nivel superior, y así, a un mercado laboral calificado, profesional y mejor remunerado.
La educación del pueblo no puede estar nunca sujeta a las reglas ni los intereses del mercado. Ya que el mercado no somos todos/as, sino que está cada vez más manejado y monopolizado por grandes multinacionales. Un diseño curricular, una planificación docente, una clase en un aula pensado desde la lógica de mercancías, productividad, pérdidas y ganancias, demandas y ofertas, dejarán de lado: los sueños, las ideas y los sentimientos del pueblo. Ya nadie me responderá “el amor es tomar mates o compartir momentos con amigos”, sino que me dirán “el amor es eso íntimo, solitario y virtual que simulo en mi casa (alquilada) en las pocas horas que descanso antes de cumplir eficientemente y productivamente mi rol en la secuencia laboral de la empresa de limpieza de oficinas que maneja un “emprendedorista triunfante”, mientras acumula ganancias ignorando mis derechos laborales en un mundo tercerizado y monotributista.
Debemos poner la educación al servicio de los interés del pueblo, de la mano del tipo de mundo que queremos transformar y construir. Debemos pensar prácticas aúlicas que rompan toda lógica de mercado, todo estilo neoliberal: que vayan por lo colectivo, lo social y común por sobre lo individual. Debemos deconstruir los y las docentes que somos y formar aquellos/as docentes que deseamos ser. Debemos abrir las escuelas, terciarios y universidades a los barrios y comunidades. No para satisfacer los intereses que allí dominen, sino para construir juntos nuevos horizontes educativos y sociales.
Urgen cambios en la educación, nadie puede negarlo. Pero no queremos que sigan las recetas de organismos y Ong’s que vienen fracasando en el país y el mundo hace décadas. Tampoco queremos que la apliquen funcionarios y gobiernos que ya han mostrado sobradamente su inoperancia en la materia. Lo que haremos con la educación será revolucionarla, pero desde abajo, desde cada escuela, para llegar así a una construcción colectiva, social y nacional. Donde los protagonistas seamos docentes, estudiantes y toda la comunidad.
Quizás entonces me surge necesariamente otra pregunta además del amor…¿Cómo debería intentar ser la educación que queremos?
Matías Gianfelice, docente, Amboy, Calamuchita