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Se celebró el primer Matrimonio Igualitario en Santa Rosa de Calamuchita

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Los cambios generados gracias al trabajo inclaudicable de la comunidad LGTTTBIQ (lesbianas, gays, travestis, transexuales, transgénero, bisexuales, intersex y queer) durante décadas, parece que han calado profundo en una sociedad que avanzó y continúa en ese camino hacia la inclusión y el reconocimiento de las libertades en tema de identidad de género y orientación sexual. Y es que incluso en una ciudad del interior de la provincia de Córdoba como lo es Santa Rosa de Calamuchita, la semana pasada se celebró el primer matrimonio igualitario llevado a cabo en el registro civil de la localidad.

La clara visión de apertura en este sentido, apoyada inclusive con una ley que fue aprobada no sólo por las autoridades nacionales sino con la militancia de personalidades públicas, por ejemplo, otorgó derechos que son innegociables a pesar de que los tiempos han cambiado. Basta con leer el protocolo de detención para la comunidad sexual mencionada, lanzado recientemente por la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, o teniendo memoria y recordar que figuras nacionales como la actual Vicepresidente de los argentinos, Gabriela Michetti, y Oscar Aguad, Ministro de Defensa de la Nación, votaron en contra de los derechos LGTTTBIQ.

Pero hay que ampliar el espectro cuando uno analiza esta cuestión porque los derechos que se consiguen no son para cierto sector, sino para toda la sociedad. Visto así sería más sencillo comprender que cuando uno defiende una ley como la 26.618 aprobada en 2010 en nuestro país, lo que está haciendo es defender la libertad en el amor, a diferencia de lo que impuso siglos de patriarcado nacional con una determinación única de sentir, basada en el código binario “hombre-mujer”. Lo que se pretende decir, en otras palabras, es que no hace falta dejar de ser heterosexual para entender que el amor no se elige ni se determina por el sexo con el que hemos nacido, sino que es un sentimiento que está más allá de tener pene o vagina.

Otra historia es analizar el espacio que le han dado los medios regionales a una noticia como la que se está contando. Y más de uno deseamos que sea porque es algo que se ha naturalizado, aunque la experiencia nos dice que es porque se pretende seguir sin reconocer los cambios inmensos generados en materia de derechos en este sentido. Y eso es porque en el fondo a la comunidad le cuesta aceptar al otro, poniendo siempre el ojo en lo que lo diferencia en lugar de lo que nos acerca y nos hace a todos seres humanos.

Muy a su pesar, y aunque se deba continuar explicando hasta el hartazgo algo que no debería, hoy, cuando uno escucha a los niños sin juzgamientos hablar del amor entre dos personas sin importar sus orientaciones sexuales, comprende que esta batalla cultural ha llegado a un punto sin retorno y ahora sólo resta avanzar hasta que la igualdad se haga costumbre.

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