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El amor se siente, no se juzga

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Siete años pasaron ya de la aprobación en Argentina de la Ley de Matrimonio Igualitario. Siete años de empezar a entender que la diversidad sexual estuvo siempre presente, pero que la mayoría creía había que esconder. Siete años de un camino que comenzamos a desandar como argentinos, de entender el amor de una manera libre, sin prejuicios, aceptando día a día que cada quien decide a quien amar y que la sexualidad no define a una persona.

Con la Iglesia siempre en contra…con los pensamientos de derecha a la orden del día…con los mandatos sociales impuestos que generan las estructuras de una comunidad heterosexual homofóbica…Argentina se plantó con una ley, con concientización y con la decisión política clara de emprender una lucha histórica contra la discriminación que siempre padecieron los que optaron de manera diferente.

Nuestro país fue pionero en esta revolución de aceptación del amor, primero en Latinoamérica. Y hoy estamos en condiciones de decir que la sociedad lentamente va evolucionando en este proceso. No podemos ser necios de creer que todo el mundo consiente en las libertades individuales. Aún queda un amplio sector que no comprende el amor sin distinciones de género. Y en esto, la juventud y la familia tienen un rol preponderante. “Nosotros, los jóvenes, siempre hemos roto esquemas. Y en esto es lo mismo: entender que no hay hombres y mujeres, sino personas que aman. Desde la militancia política y también social tenemos el deber de que todos nos aceptemos en nuestras diferencias”, opina el Presidente de la Juventud Peronista de Santa Rosa de Calamuchita, Luis Oviedo, consultado por este tema.

Los referentes de cada lugar son muy importantes a la hora de generar cambios. Es que cuentan con la representatividad y el apoyo de sus barrios, de sus pueblos, de sus ciudades y provincias. Y muchas veces por el camino transitado es que llegan a puestos de decisión y aseguran voluntades postergadas, garantizando ser la voz de quienes no la tienen y otorgando derechos a los más vulnerables.

La familia, si bien ya no cumple el mismo rol que décadas atrás, todavía es un grupo de contención y educación, que desde niños nos va formando en la predisposición de aceptar o juzgar. El color celeste para los varones y el rosa para las mujeres, por ejemplo, es una estructura que hay que romper. Pero, ¿por qué? Simplemente porque los colores no fueron hechos para sexos diferentes, sino para pintar el mundo como nos plazca. Parece una tontería, pero son imposiciones que nos diferencian en lugar de igualarnos.

Muchas veces los comentarios en la mesa de un papá o una mamá en tono discriminatorio hacen sentir mal a un niño que no ama de la misma manera que sus padres, o educa en la exclusión de aquellos que no sienten del mismo modo.

Como pueblo nos queda un largo transitar en este y muchos temas más. Lo cierto es que vamos avanzando y eso lo demuestran las más de 16 mil parejas que decidieron unirse en matrimonio poniendo por delante sólo sus sentimientos, sin tener culpa de sentirlos.

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