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“Las pulseras son para las nenas”

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Como comunicadores tenemos la enorme responsabilidad de formarnos constantemente, no olvidando jamás que somos eso que denominamos “formadores de opinión”. Y si bien no depende al cien por ciento de nosotros lo que nuestros lectores y audiencias luego dicen en la calle o en la mesa a la hora de la comida, mucho depende de la manera en que la información se presenta y se transmite al que está recibiéndola.

Y en esta realidad cambiante, el tema de la diversidad sexual o el tratamiento mediático de los casos de violencia contra las mujeres son parte inalienable de la relación comunicador-expectador. Obviamente con la complejidad que eso significa, donde hoy vemos a ese expectador como parte del proceso comunicativo y no como un ser al cual el periodismo introducía los conceptos y valores que deseaba sin resistencia alguna. Justamente por ello es que también se hace imperioso que los comunicadores tengan cada día más herramientas frente a un público que los interpela constantemente.

La temática de la violencia contra las mujeres o la diversidad sexual ha existido desde tiempos inmemorables, pero ha sido en la última década que la Argentina ha puesto el ojo sobre estas cuestiones, generando a su vez leyes que contemplen la igualdad. Desde los medios de comunicación tenemos otra responsabilidad: la de generar conciencia al respecto. Pero ello no implica solamente hablar, sino hacerlo correctamente, cuidando la vida privada por ejemplo ante un caso de una mujer golpeada, poniendo el foco sobre el hecho, y quizás el por qué de esa situación si contribuye a que otras mujeres se animen a denunciar a los golpeadores. O en el caso de la identidad de género, preguntar cómo desea ser presentada una persona trans en lugar de determinar nosotros la forma en que debemos hacerlo. Son pequeñas acciones que desde nuestro lugar ayudan a construir una realidad más inclusiva.

De más está decir que dentro del manual de periodismo responsable está como ejemplo de lo que NO debe hacerse la famosa expresión del colega Jorge Lanata en Radio Mitre el 14 de agosto del 2014: “Vos suponete, vos sos un trava, ¿no? Te dan un documento de mina. No sos una mina. Yo lo lamento mucho, pero sos un trava con documento de mina. No sos una mina”.

Lo triste es que a pesar de las leyes nacionales N°26.618 (de matrimomio igualitario) o la N°26.743 (de identidad de género), las miles de manifestaciones y marchas para generar conciencia al respecto, los debates y charlas propiciados por los colectivos que profundizan en estas cuestiones, y los verdaderos cambios que como sociedad estamos haciendo, aún haya manifestaciones de formadores de opiniones que vayan en este sentido.

Pero cuidado, la responsabilidad no sólo es del que tiene un micrófono al frente. Lo es también de la sociedad en su conjunto que en los mínimos detalles sigue sosteniendo esta estructura heteropatriarcal que a todo le pone rótulo pero sólo en dos sentidos: hombre o mujer. De allí la división entre rosa y celeste desde que somos niños. De allí la asociación de una lesbiana con “una mujer que no pudo ser hombre” o de una gay con “un hombre que no pudo ser mujer”.

Ayer caminando, como lo hago habitualmente por mi trabajo, escuché una situación que me despertó el interés por empezar a poner el eje periodístico también en esta cuestión. Un abuelo tenía a su nieto de la mano y se habían detenido en una vidriera a ver lo que allí se ofrecía. En un momento el niño le dice: “mirá abuelo, qué linda esa pulsera”, a lo que el adulto mayor le responde: “las pulseras son para las nenas”. Ni lerdo ni perezoso, el pequeño le refuta diciéndole “no” y el abuelo le dice “sí”. Como su nieto seguía insistiendo en que no era verdad lo que decía el anciano, lo agarró de la mano y le dijo “bueno, vamos”, dando por terminada la discusión. La escena parece una tontería pero sin dudas es fuerte y viene a reafirmar lo que aquí se está planteando. Y lo más llamativo de esto es que los grandes cambios empiezan por los pequeños detalles. ¿No es hora de aceptar al otro con sus conceptos, diferencias, complejidades, en lugar de hacerlo por su aspecto, orientación sexual o definición de género? Quizás es hora de demostrar que hemos evolucionado y no seguir pareciéndonos a lo que muchos afirman: nuestro parentesco con los gorilas.

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